sábado, 29 de mayo de 2010

Amar

“Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única"Jorge Luis Borges- Escritor argentino.
La vi y me enamoré. Sé que suena un poco ridículo. A mí también me suena así ahora. En aquel momento también me parecía profundamente ridículo. Pero con el tiempo me dí cuenta de que me había enamorado de esa hermosa mujer.
Llegué a Buenos Aires a los 18, a punto de cumplir los 19. Traía conmigo una valija con poca ropa y unos ahorros que me alcanzaban para dos o tres meses. Me había anotado en la facultad para estudiar geografía. La primera clase nos dijeron que el primer trimestre íbamos a ver técnicas cartográficas, isobaras, paralelos, la erosión y degradación del suelo.
Por ser el primer día trataba de estar entusiasmado, pero no entendía mucho. Y ahí la vi, entró al salón y se me iluminó la cara. Escuchaba a lo lejos una voz que explicaba que en cualquier materia geográfica es imprescindible el trabajo de campo o excursión geográfica, forma inigualable para tomar contacto con el entorno y analizar y reconocer sobre el terreno todo lo analizado teóricamente. Pero me perdí en su figura y me costaba concentrarme.
Me animé a hablarle un día con la excusa de necesitar ayuda con un apunte relacionado con diagramas, mapas, planos. Después de haber estudiado juntos para varios exámenes nos dimos cuenta que nos costaba estar uno lejos del otro.
Al principio hacía todo lo que ella quería, iba a donde me llevaba y cursaba las materias que a ella le gustaban. Como era un poco débil de carácter con las mujeres, me dejé guiar por sus locuras.
Me encantaba la naturalidad de su osado comportamiento, la convertía en una ingenua muchacha que sólo buscaba el reconocimiento. No tenía que hacer nada para que yo sintiera que la amaba, el sólo verla y tenerla a mí lado me hacía feliz.
“Te amo para amarte y no para ser amado, puesto que nada me place tanto como verte a ti feliz” George Sand - Escritora francesa.
El día que nos entendimos a la perfección, todo se terminó y dejamos de vernos. Los psicólogos dicen que el problema de las parejas es la falta de comunicación, yo creo todo lo contrario.
Pasaron cinco años y la volví a ver. Estaba mucho más linda, siempre lo fue, pero ésta vez, la primera después de tanto tiempo, tenía un cuerpo exacto, quizás sea porque se volvió una mujer y sus gestos y modales eran distintos.
Es que veía en ella una hermosa anatomía, una independencia, un orgullo, una libertad de movimientos y descubría en cada gesto o palabra un encanto permanente.
Con sus palabras, lograba diferenciarse inmediatamente de la mitad del género humano.
Ya no era la chica simple, inocente y atrevida. Aunque seguía siendo sencilla, tenía una elegancia que nunca antes había tenido.
Le conté que después de ella estuve con otras mujeres, pero jamás llegué a amarlas. No hubo otra mujer a quien amara con tanta locura, con tanta pasión, con tanto amor como la amé a ella. Cada vez creo menos en el amor y estoy convencido que uno ama sólo una vez en la vida.
Ella me dijo que no es así, que amamos de diferentes maneras, con más o menos intensidad, pero amamos.
Y si amamos, si tenemos la suerte de haber sentido lo que es amar una vez en la vida, por qué las personas creen estar enamoradas todo el tiempo y banalizan un sentimiento del que mucho se sabe y poco se siente.
“El verdadero amor es como los espíritus: todos hablan de ellos, pero pocos los han visto” François de la Rochefoucauld- Escritor francés.

sábado, 15 de mayo de 2010

Perdición

Sentía la necesidad de escribir una carta, un poema, una canción, algo que la ayudara a desahogarse para terminar con tanta frustración. Quería borrar de su memoria momentos de su vida que además de bochornosos habían sido dolorosos.
Comenzó a escribir palabras, frases que no se conectaban entre si. Se dio cuenta que jamás lograría terminar siquiera un sólo párrafo de su carta y decidió dejarla así como estaba.
Miró el teléfono y recordó que la última vez que lo escuchó sonar fue para su cumpleaños. No recibía llamadas desde hacía más de cinco meses y ése se convertía en otro motivo para que la soledad y la depresión se hicieran presentes recordándole que su vida no estaba bien, que todo se estaba desmoronando.
Ya no podía bañarse y mirarse al espejo una vez que salía del baño, como lo hacía antes. No se animaba a reconocer su rostro detrás del espejo empañado. No se vestía para seducir, lo hacía porque estaba acostumbrada a levantarse y ponerse una remera, un jean y zapatillas.
Hacía muchos años que no sentía el flechazo del amor. Trataba de vivir sin cariño, sin ilusiones; no sentía, sólo se equivocaba pensando en lo que un día fue y hoy ya dejó de existir.
Se había olvidado de las cosas que realmente le importaban, lo único que recordaba era una fecha en el calendario: 15 de noviembre.
Ya no escuchaba la radio, se alejó de la televisión y de las series que no se perdía los domingos a la noche. Los discos que recopilaban las canciones más importantes de su vida se esfumaron como así también lo hicieron las fotos, los libros y las cartas que recibía cuando las alegrías no se habían convertido en penas.
Dejó la carta sin terminar, fumó seis cigarrillos, uno atrás del otro, y juntó la basura que había acumulado durante semanas. Los platos estaban verdes como un musgo y el olor se hacía cada vez más intenso. Encendió un sahumerio para ahuyentar a las moscas y de paso, ambientar el lugar. Limpió la casa, ordenó su habitación y cuando terminó se sentó en el sillón a meditar, a pensar en el 15 de noviembre. Tomó la lapicera y retomó la escritura.
Pero ya no escribía, ahora dibujaba caras, flores, animales, estrellas. Suspiró dos veces y alejó la hoja para descubrir que sus sueños seguían intactos. Las imágenes que veía eran algo más que bocetos, veía sus mejores momentos plasmados en un papel.
Agarró la hoja, la puso adentro de un sobre y se la envió a la persona que el 15 de noviembre se marchó para buscar la felicidad que a su lado no había encontrado.