sábado, 20 de noviembre de 2010

La derrota es el miedo

El miedo nos aísla de las grandes hazañas, nos cubre de desconfianza y nos prepara para un posible error.
Cuando uno fracasa se rinde y deja que los buenos momentos se conviertan en pequeños simulacros de felicidad.
Se oculta para que no lo vean, no quiere que nadie lo señale con el dedo y lo llame perdedor. Se angustia porque sabe que todos sus esfuerzos no valieron la pena ¿Quién se acuerda del que fracasó?
“Si hay una cosa que merezca la pena hacerse, merece la pena que se haga mal”, decía Chesterton.
El miedo nos debilita y pone en evidencia nuestro lado más frágil. No contamos con la fuerza que al principio teníamos para cambiar nuestros errores.
“No desees con ansias lo que no tienes, ni ames en exceso lo que posees, así nunca perderás”. Pero, ¿para qué vivir sin desear con ansias lo que siempre quisimos?, ¿cómo hacemos para no amar en exceso aquello que no queremos perder? En ese caso, ¿quién prefiere ganar?
“La frustración es el deseo de que la promesa se cumpla”.

¿Fracasa el débil? ¿Fracasa el que se cree que los sueños son realidad? ¿Fracasa el que pierde la noción del tiempo? ¿Fracasa el que se conforma con el intento? ¿Quién fracasa?

Nada es fácil, todo se complica un poco, pero depende de uno encontrar la forma de soltar lo malo para convertirlo en bueno. Empecemos por decirle al miedo “ya buscaré qué hacer contigo, pero mientras tanto decido guardarte en un cajón para intentar cambiar”.
“El éxito está sobrevalorado. Todo el mundo aspira a él a pesar de las continuas demostraciones de que el verdadero genio del hombre se encuentra precisamente en la dirección contraria. Es en la incompetencia en lo que sobresalimos: es la cualidad que nos distingue de los animales y deberíamos aprender a respetarla”. Stephen Pile, autor de El libro de los fracasos heroicos.
Lo que nos define como personas es el modo que tenemos de sentir. Lo que nos define como hombres y mujeres es cuanto nos animamos a sentir. Por eso seguimos intentando ser mejor, porque el triunfo llega después de tanto aprendizaje.
“Hay que enseñar a perder, viejo: con altura, con elegancia, con convicción. Hay que escribir un Dale Carnegie al revés: "Cómo perder seguro" o "Derrótese usted mismo en los momentos libres", algo así... Y sería un éxito, porque le hablaría a la gente de lo que conoce. Eso necesitamos: un manual de perdedores. Eso. Porque yo no le puedo enseñar a nadie a ganar. Tendría que ser una especie de recetario del perdedor vocacional. Porque hoy, ¿a quién le vas a enseñar a ganar?”. Juan Sasturain, autor del libro Manual de Perdedores.

El que vive con miedo de perder algo que nunca tuvo, se rinde ante la ilusión. El que se queda esperando lo que no llegó y tampoco llegará, jamás alcanzará sus sueños. El que no encuentra la salida y sigue encadenado al pasado, se pierde el presente. Mañana ya no importa, ayer pasó rápido.
¿Quién puede vivir con miedo a perder?

viernes, 19 de noviembre de 2010

Ella ya no quiere

Quería que él pensara en ella como la única que lo podía hacer estremecer con una sonrisa, la que lo llenaba de sueños e ilusiones, la primera y la última que se robó su amor.
Era su recuerdo el que deseaba que nunca olvide, que no pudiera hacer más que acordarse de los momentos que juntos vivieron, que admitiera que se siente solo y que esa inútil soledad se compensaría con su presencia, con sus besos, con tomar su mano y caminar juntos a la par.
Ella lo amaba, pero no podía explicar por qué todo lo que estaba haciendo era alejarlo aún más. Era el egoísmo, el capricho por no darle una segunda oportunidad a un ser humano que como todos se confundió y pidió perdón, tarde para ella, preciso y necesario para él.
Él estaba dispuesto a hacer hasta lo imposible para que la relación no terminara. Buscó formas para reconquistarla, salidas al cine, cenas en los lugares más lujosos, pasacalles con poemas, cartas con declaraciones y promesas de amor eterno, y regalos caros que no compraban ni remediaban la desilusión que ella sentía.
El primer pasacalle que le dedicó expresaba su tristeza: “Agarra este barco que se hunde y guíalo a casa, todavía hay tiempo”. Cuando lo leyó se sonrojó y pensó que el hombre al que siempre consideró correcto y distinguido, se estaba convirtiendo en un despechado ridículo.
La última carta que ella recibió tenía sólo una frase: “'Ojalá que mañana, cuando te despiertes, duerma mi dolor”. Pero no bastó para emocionar a su corazón hundido en el resentimiento y plagado de ingratitud. Decidió no contestar, fiel a su orgullo, y siguió con su vida, mientras que él, preso de su abandono, continuó aferrado a su convicción de que volvería pronto a sus brazos.
Él era de los que creía que “cuando hay amor, todo se puede charlar. Todo se explica y todo se puede perdonar”. Pero ella no. Era estricta en todos los ámbitos de su vida, decía no y era no. Con ella no había gris, era blanco o negro. No daba oportunidades, no aceptaba una disculpa y no necesitaba que el tiempo se encargue de su suerte, porque eso era postergar algo que no tenía vuelta atrás. Tomaba una decisión y era definitiva.
Después de un tiempo, cuando él se dio por vencido, ella notó que todo a su alrededor se desvanecía. Construyó un muro tan alto que fue su cárcel y no se dio cuenta que desde allí arriba sólo se podía caer.
Con él se fueron los rencores, el odio, la maldad, el dolor, la mezquindad, el individualismo, la indiferencia, la evasión. Y llegaron las mentiras, la parálisis, la opresión, el silenció, la división, la angustia. Ya no había espacio para el amor.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Es sólo un momento

Desdramaticemos un poco todo esto.

¿Notaron que escribo del desamor, de la soledad, del abandono, de la melancolía, de los recuerdos, del olvido? Yo lo noté y no estoy muy orgullosa de publicar notas en las que todo sale mal. Uno a veces, o casi siempre, escribe según su estado de ánimo. Por lo visto, el mío no es nada positivo. ¡Patético!

¿Notaron que en septiembre no publiqué nada? Yo sí, pero recién ahora. Justo el mes que más quiero, el que no sé si me dio más o menos alegrías, pero lo adoro y lo anhelo porque es simplemente precioso. Me gusta salir a la calle en septiembre. Agarrar la bicicleta y que dejar que el viento me pegue en la cara. Me libera.

Será la primavera o tal vez el simple hecho de que el sol y las estrellas brillan con más fuerza. Será que los tiempos cambian y te renuevan cuando vuelve la primavera. ¿Qué será?

Si para saltar hay que soltar todo lo que nos hace mal, yo voy a empezar a dejar de escribir estas notas depresivas, suicidas, melancólicas. Porque creo que la salvación está en que cada uno se cree un mundo mejor, sueños con más ilusiones y proyecte siempre algo mejor.

Contar parte de mi vida no me sale bien, por eso invento personajes que fracasan, que no la pasan bien, que viven esperando a que esa persona regrese, y viven de los recuerdos. Podrán ser mi reflejo, podrán ser parte de mi imaginación, podrán ser algo que no fueron nunca porque antes se perdieron y quedaron en el camino.

Hoy quiero desdramatizar.

Esto de escribir en primera persona me incomoda bastante. De tanto que me repitieron que en Periodismo se escribe en tercera persona, cada vez que cambio siento que estoy haciendo algo malo. Así que voy a cortar acá.

Seguiré inventando historias o simplemente contando situaciones que me pasan, que le pasan a ella, a él, a vos, a mí, a todos. Seguiré porque no me detengo, ni lo pienso hacer.

Seguiré buscándome, tratando de no volver atrás, inventando momentos memorables, sonriendo aunque nada cambie.

Seguiré.

¡Seguime!

“A veces escribir una sola línea basta para salvar el corazón”

Clarice Lispector- Poeta

jueves, 7 de octubre de 2010

El refugio

“No nos enseñan a amar, por eso cometemos más de un error y terminamos valorando al otro cuando ya no está”, mencionaba a menudo cuando recibía un tirón de oreja.
“A los 6 años mi mamá me preguntó si podía definir amor y le dije que era algo que te pasaba si te portabas bien y eras bueno con los demás. No sabía de qué amor me hablaba. ¿El de un hijo por un padre? ¿El de un hermano a otro? ¿El de un padre por un hijo? ¿Cuál?”.A los 17 creía otra cosa. Ya no hablaba del amor por la familia, se refería al amor que una pareja se podía tener. “Un día mis sentimientos cambiaron. El dolor se unió al goce y a otras sensaciones más profundas. Estaba perdida en un mundo lleno de sueños. Eso era amor, mi nuevo amor”.A los 30 y con un poco más de experiencia aceptaría que su orgullo fue más fuerte y que por eso lo perdió todo.
Lo profundo quedó a medio camino y no hubo despedida. Se alejó del lugar y resistió la separación. Encontró el refugio. Los sueños fueron su salvación. Era su mundo, estaba lleno de felicidad. Cada sueño era una historia y cada noche una nueva manera de volver a empezar.
Eran inventos, eran efímeros. “En esos sueños me encontraba con los que alguna vez me amaron y a quienes más de una vez temí perder. Despertar era lo que no quería, pero sucedía. Me armé en la cabeza más de una escena y traté de recordarla antes de cerrar los ojos”.Lo auténtico ya no existía, quien la viera sólo encontraría los restos de una persona que una vez conoció el amor. “No sé muy bien cómo definir los sueños. Los míos tienen que ver con la nostalgia, con aquellos recuerdos que no los puedo borrar”.¿Será que olvidamos lo que queremos recordar y recordamos lo que queremos olvidar? Antes de acostarse se bañaba y tomaba un té. Todas las noches era la misma rutina.
“Una noche no soñé. Una pesadilla. Dos días sin recordar el paisaje, las luces, las conversaciones con todas esas personas, las grandes sensaciones. Y cada día que pasaba me liberaba aún más de los sueños”.Todo indicaba que el día de la resistencia estaba cerca. Había pasado mucho tiempo y se despertaba enojada y pensaba que lo mejor sería rendirse y dejar que todo se vaya a ninguna parte. Pero hacía mucho tiempo que se había rendido y estaba en ninguna parte.
Los sueños que le daban tanta felicidad dejaron de existir. Ahora vivía en un mundo de pocos y ciegos momentos memorables.
Una enfermedad fue parte de su agonía. Ya no caminaba, eran pocas las cuadras que podía recorrer antes de que sus piernas se rindieran y la dejaran tirada en una cama.
Los días se tornaron aún más difíciles y dolorosos. Los 30 quedaron atrás.
Regaló cuadros, zapatos, pantalones, bolsos y hasta su sonrisa. Se hundió con un adiós que nunca pudo decir y vivió toda su vida de los recuerdos.
“Mi cuerpo se entrega y mi alma resiste”. Aún no sabía para qué resistía: “¿Uno resiste para encontrarse con uno mismo o simplemente lo hace para sobrevivir?”.Uno resiste cuando ya nada nos queda, ni siquiera la esperanza. Ella no decide, simplemente se aleja y no se escapa del silencio. A dónde quedó su refugio.

martes, 5 de octubre de 2010

Promesa

El viaje por momentos se tornaba insoportable. Habían hablado del tema más de una vez y él, como las veces anteriores, prometió que no lo iba a hacer más.
Decidieron regresar. Se sentaron juntos, pero no se hablaron en todo el trayecto. Parecían dos extraños. Ambos irreconocibles. Él era un hombre alto, rubio, de mirada clara. Su acompañante: una joven esbelta, con rasgos regulares, ojos pardos-verdosos, cabello castaño y una boca seductora.
El verano pasado ella le dijo al oído, en medio de un recital, que no le mintiera porque siempre es mejor saber la verdad aunque después se le nublara el panorama. Sentía que algo malo estaba pasando, que le ocultaba más que una mentira.
Él tiene alrededor de 30 años. Ella apenas 17. Soltera, feminista conciliadora que criticaba a las mujeres débiles y tramposas; no tenía amigas, hermanos ni mascotas. Hija única, consentida, caprichosa y muy demandante.
No se sabía muy bien cómo y cuándo se conocieron. Estaban juntos por puras convicciones y los años de aventuras se perdieron como así también las mañanas de risas y comprensión.
Ya no les servía contemplar el horizonte montados en una bicicleta. Creían en el amor que se tenían, pero fueron dos presos de un impulso que sólo buscaba contención y un poco de cariño. Ella lo culpaba y le decía: “Fuimos a parar a la hiriente y absurda actitud de defender el orgullo y perdimos el valor por la humildad… Fuimos, eso nos pasó”.
Con frecuencia le sugería que dejara de hacerlo y él le volvía a prometer lo mismo de siempre. Pero un día, a meses de terminar la travesía, no prometió nada y planificó todo para que las palabras de ella se desvanecieran en el camino.
“Si lo hiciste me lo tenés que prometer…”, le reprochaba mientras lloraba de la impotencia que le daba verse en el horizonte sola y sin una promesa.

jueves, 5 de agosto de 2010

El último tren está por salir

La noche es el tiempo que transcurre desde el momento en que el sol se pone en el horizonte de un lugar, hasta que vuelve a salir, y durante el cual no ilumina directamente esa región de la tierra. Y ahí es donde transcurren mis horas, minutos y segundos, esperando que llegue el tren en una estación momentánea.
Son las doce de la noche y en el andén número cuatro se concentra gran parte de la gente que espera la llegada del tren, éste es el medio de transporte más rápido que tengo para volver a casa después de un largo y pesado día de trabajo. El silencio es interminable, por momentos se escuchan bostezos, tosidos y estornudos.
“Tengo que tomarlo para ir a trabajar a una fábrica de plásticos en el conurbano bonaerense”, me explica Analía, una joven de 23 años. Cuando me dijo eso le pregunté si le tiene miedo a la noche y ella me aclaró que “no hay que pensar en eso, de lo contrario no hubiera aceptado éste trabajo”.
La joven vive en Capital Federal con su mamá, es la menor de ocho hermanos. Decidió trabajar y no estudiar, aunque piensa, en algún momento, terminar el secundario. Analía es rubia de pelo lacio, alta, delgada y de ojos verdes, viste un jean azul, una bufanda de lana y una campera negra. “Me parece que voy a llegar tarde a mi trabajo”, dice mientras mira a lo lejos.
“Trabajé de todo lo que te puedas imaginar. Empecé limpiando, a los 14, en un bar, después seguí como camarera y llegué a repartir volantes en la calle, y bueno, ahora hago esto”.
Hace frío y empiezan a llegar más personas, todos con un mismo interés, tomar el tren. Los andenes están enumerados, van del uno al seis, pero los que están en funcionamiento son el tres y el cuatro. Entre medio de la gente aparece un grupo de cinco chicos, tres mujeres y dos varones, caracterizados por un aspecto un tanto pintoresco. Visten chapines de colores, remeras escote en v, zapatillas de lona, camperas deportivas y el pelo planchado.
“Los sábados nos juntamos con un grupo de amigos. Tomamos este tren que nos deja a un par de cuadras. Es lo más económico y rápido que ahí”, me comenta Alan, un joven alto, delgado, pálido y muy perfumado.
Al escucharlo hablar quise saber más. Todos tienen 19 años y se conocieron en el colegio. Me contaron un poco de sus vidas y se alejaron con un “nos vemos”.
Esperamos más de 15 minutos y a lo lejos escuchamos la bocina del tren. Un gesto y un suspiro lo decían todo, por fin llegó. Fui la última en subir. Me acomodé en un asiento, del lado de la ventanilla. Unos minutos más tarde se sentó a mi lado una señora de unos cuarenta años. El grupo de los cinco chicos se sentó atrás mío. El silencio desapareció y el vagón se llenó de una melodía pegadiza y un tanto molesta. Era la música que salía del celular de Alan, tenía un copilado de reggaeton y marcha.
“Cómo cambian las cosas, algunos toman éste tren para ir a bailar y otros vamos a nuestras casas para descansar porque tuvimos un día con mucho trabajo”, compara Rosa, mi compañera de viaje. Tiene dos hijos y está separada.
Mientras escuchaba todo lo que tenía para decir, me puse a pensar qué tipos de noches tiene cada uno y qué representa el tren para cada uno.
“Cuando uno es adolescente la noche es diversión, luces, fiesta, amigos y mucho goce. Para los enamorados es símbolo de placer, algo que está prohibido y con una buena compañía se pueden hacer muchas cosas”, me explica Rosa. “Para los adultos la noche tiene varios matices, puede ser descanso, encuentro, trabajo, entre otras cosas”.
Se escuchó un silbido, las puertas se cerraron y el tren arrancó. Ahora sólo falta que Analía llegue a su trabajo, que los chicos se encuentren con el resto de sus amigos y que Rosa pueda descansar después de tantas horas de desgaste físico.


"La vida es un viaje en tren, con sus estaciones y cambios de vía. Algunos accidentes, sorpresas agradables y profundas tristezas.

Al nacer nos subimos al tren y nos encontramos con nuestros padres, que en alguna estación se bajarán dejándonos seguir el viaje, muchas otras personas especiales se irán subiendo: hermanos, amigos y algún amor.
Muchos al bajar dejarán un vacío permanente, otros pasarán tan desapercibidos que ni siquiera nos daremos cuanta que desocuparon sus asientos. El viaje continúa lleno de desafíos, sueños, fantasías, alegrías, tristezas, esperanzas y despedidas.
El gran misterio para todos es que no sabemos cuando nos tocará bajar.
Separarme de la gente que conocí en el viaje será doloroso, pero me aferro a la esperanza de verlos llegar a la estación final".

martes, 20 de julio de 2010

Algo que jamás terminará...

Porque no sabemos cómo ni cuándo pasó, pero sí sabemos que los queremos.
Porque hoy no hay más que una necesidad enorme por estar con ese amigo que nunca nos dejó solo.
Por esas…
Palabras de consuelo, palabras de aliento, palabras de unión, palabras de cariño, palabras de psicólogo amateur que te dejan pensando, palabras sinceras, palabras que te hacen recapacitar y considerar que algo mal hiciste, palabras con sólo escucharlas te cambian el humor, palabras que te emocionan; esas palabras que llegan al corazón.
Miradas de cómplices, miradas que están para guiarte, miradas que nunca dejan de ser generosas, miradas de no te dejan caer, miradas que nunca terminan de encubrir algo tan sincero como el cariño.
Por esos…
Recuerdos si los habrá, esos de los que te acordás y empezás a reírte solo, de esos que al mismo tiempo te avergüenzan, pero lo volverías a hacer.

Para ese amigo que cumple más de un rol:


El de psicólogo amateur que te escucha y te hace reflexionar con una frase o una pregunta que hasta ese momento no te la habías hecho.
El que se leyó todos los libros de autoayuda y te explica que lo que te está pasando es algo bueno, aunque vos te estés muriendo del dolor, porque “lo que no te mata te hace crecer más fuerte”.
El de conciliador que sabe que no le vas a pedir perdón por orgullo y deja atrás el suyo para darte un abrazo y decirte que siempre va a estar a tu lado, más allá de las peleas.
El de médico que trabaja en la guardia. Ese que está disponible las 24 horas, el que sabés que te va a atender si lo llamás a las 3 de la mañana porque te peleaste con tu novia/o y necesitás desahogarte con alguien de confianza.
El de acompañante de aventuras que más de una vez te sacó de tu casa y te llevó a un lugar raro, extraño, pero muy divertido para que se te pase todo ese malhumor o angustia que tenías.
El de hermano confidente al que le podés contar tus secretos y te quedás tranquilo porque sabés que no va a decir nada.

Y el resto de AMIGOS que nos permiten caminar acompañados y nos hacen sentir bien. Los que nos abrazan y al oído nos dicen lo mucho que nos quieren; los que no lo demuestran con tanta facilidad, pero sabemos que es así; los que no nos fallan; los que admiramos por tener en claro cosas que a nosotros nos cuentan entender; los que siempre tienen una sonrisa o una palabra de aliento; los que nos recuerdan que amistad es confianza y amor; los que nos dan sin pretender nada a cambio (Como dice Fito Páez: Dar es dar, es encontrar el alguien lo que nunca encontrás).

A ese afecto le debemos el 60% de nuestra felicidad sólida y duradera. Ese afecto que hace efecto en nuestras vidas y que está a en mí ahora, que me acompaña día a día, que está a mí lado. El que nos define. Ese amigo con el que compartimos una historia en común.
Esa persona que está integrada en nuestra vida. La que nos dice: “Deja atrás el ayer y sus errores, viví el presente”.

Esos amigos que nos permiten "sentir la clase de amor por el que la gente muere sin dudarlo”.
Para todos los amigos, los que están cerca, los que están un poco lejos, los que siempre estuvieron, los que van a seguir estando.
Los de la infancia, los de la secundaria, los de la facultad, los nuevos… los de la vida.
Gracias.

"Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa este de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
El mundo es eso- reveló- un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, bobos, no alumbran ni queman, pero otros arden en la vida con tantas ganas, que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende".

El mundo, por Eduardo Galeano.

martes, 6 de julio de 2010

Spoiled

Tanto fue el amor que te dí que ahora ya no me queda más que el dolor. Pienso en los momentos de angustia que viviste cuando ella te dejó. Se fue sin darte explicaciones y ahí siempre estuve yo. Te aconsejé, te llene de buenos momentos y organicé mis tardes libres para dedicártelas a ti.
Se ve que no bastó tanto cariño, tantos momentos de compañía, porque ella volvió y me dejaste. Ver que no valió la pena me lastima. Podría decir que me utilizaste y que estuviste a mí lado con la intención de olvidarte de ella, pero eso sería pensar en ti y no acordarme de mí.
La desesperación, la angustia y el abandono te llevaron a recorrer los caminos de la perdición. Te tomé de la mano y abracé tu dolor para convertirlo en la tristeza de los dos. Compartimos momentos buenos y malos, fue precisamente eso lo que nos unió.
Hoy estoy perdida, ella volvió para buscarte, te confundió y te hizo pensar en el pasado. Mientras tanto, yo seguía aferrada a la ilusión.
Ella regresó para cambiarlo todo. Se encontró con otro hombre y logró que volvieras a ser el de antes.
Pero no puede aparecer y estropear toda la felicidad que construimos juntos. Te pedí que no se lo permitieras, porque iba a lograr que la angustia se llevara lo poco que tenía. Y no me escuchaste.

Eres su victima, ahora también lo soy yo. Permitiste que nos separe, que desarme nuestros proyectos, los sueños; el amor que comenzamos a construir cuando ni tú ni yo sabíamos que lo podíamos lograr.
Sus mentiras te agobiaron y su victimización me desesperó. Estuvimos presos de una relación que se llevó mi alegría, pero no mi amor. Luché para sacarte del dolor, pero no me ayudaste y lo perdimos todo.
Estoy estropeada por tu falta de amor, por tus caricias, por tu pasión, por todo lo que me dabas y hoy ya no tengo. Dónde quedó nuestro amor, cuánto tiempo más perderé intentado olvidarte.
El amor que te di es difícil de dar y sin embargo te lo entregué. En mi corazón vivirás hasta que renuncie y entienda que no volverás.
Es eso lo que espero, que me dejes y que no me sigas. Ve con ella, estropea tu vida, pero no vuelvas para estropear la mía.
No hay más oportunidades. De ahora en más sólo seremos dos desconocidos que un día intentaron ser felices uno al lado de otro. Podemos caer una vez ante el engaño y el dolor, pero dos veces no.

sábado, 29 de mayo de 2010

Amar

“Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única"Jorge Luis Borges- Escritor argentino.
La vi y me enamoré. Sé que suena un poco ridículo. A mí también me suena así ahora. En aquel momento también me parecía profundamente ridículo. Pero con el tiempo me dí cuenta de que me había enamorado de esa hermosa mujer.
Llegué a Buenos Aires a los 18, a punto de cumplir los 19. Traía conmigo una valija con poca ropa y unos ahorros que me alcanzaban para dos o tres meses. Me había anotado en la facultad para estudiar geografía. La primera clase nos dijeron que el primer trimestre íbamos a ver técnicas cartográficas, isobaras, paralelos, la erosión y degradación del suelo.
Por ser el primer día trataba de estar entusiasmado, pero no entendía mucho. Y ahí la vi, entró al salón y se me iluminó la cara. Escuchaba a lo lejos una voz que explicaba que en cualquier materia geográfica es imprescindible el trabajo de campo o excursión geográfica, forma inigualable para tomar contacto con el entorno y analizar y reconocer sobre el terreno todo lo analizado teóricamente. Pero me perdí en su figura y me costaba concentrarme.
Me animé a hablarle un día con la excusa de necesitar ayuda con un apunte relacionado con diagramas, mapas, planos. Después de haber estudiado juntos para varios exámenes nos dimos cuenta que nos costaba estar uno lejos del otro.
Al principio hacía todo lo que ella quería, iba a donde me llevaba y cursaba las materias que a ella le gustaban. Como era un poco débil de carácter con las mujeres, me dejé guiar por sus locuras.
Me encantaba la naturalidad de su osado comportamiento, la convertía en una ingenua muchacha que sólo buscaba el reconocimiento. No tenía que hacer nada para que yo sintiera que la amaba, el sólo verla y tenerla a mí lado me hacía feliz.
“Te amo para amarte y no para ser amado, puesto que nada me place tanto como verte a ti feliz” George Sand - Escritora francesa.
El día que nos entendimos a la perfección, todo se terminó y dejamos de vernos. Los psicólogos dicen que el problema de las parejas es la falta de comunicación, yo creo todo lo contrario.
Pasaron cinco años y la volví a ver. Estaba mucho más linda, siempre lo fue, pero ésta vez, la primera después de tanto tiempo, tenía un cuerpo exacto, quizás sea porque se volvió una mujer y sus gestos y modales eran distintos.
Es que veía en ella una hermosa anatomía, una independencia, un orgullo, una libertad de movimientos y descubría en cada gesto o palabra un encanto permanente.
Con sus palabras, lograba diferenciarse inmediatamente de la mitad del género humano.
Ya no era la chica simple, inocente y atrevida. Aunque seguía siendo sencilla, tenía una elegancia que nunca antes había tenido.
Le conté que después de ella estuve con otras mujeres, pero jamás llegué a amarlas. No hubo otra mujer a quien amara con tanta locura, con tanta pasión, con tanto amor como la amé a ella. Cada vez creo menos en el amor y estoy convencido que uno ama sólo una vez en la vida.
Ella me dijo que no es así, que amamos de diferentes maneras, con más o menos intensidad, pero amamos.
Y si amamos, si tenemos la suerte de haber sentido lo que es amar una vez en la vida, por qué las personas creen estar enamoradas todo el tiempo y banalizan un sentimiento del que mucho se sabe y poco se siente.
“El verdadero amor es como los espíritus: todos hablan de ellos, pero pocos los han visto” François de la Rochefoucauld- Escritor francés.

sábado, 15 de mayo de 2010

Perdición

Sentía la necesidad de escribir una carta, un poema, una canción, algo que la ayudara a desahogarse para terminar con tanta frustración. Quería borrar de su memoria momentos de su vida que además de bochornosos habían sido dolorosos.
Comenzó a escribir palabras, frases que no se conectaban entre si. Se dio cuenta que jamás lograría terminar siquiera un sólo párrafo de su carta y decidió dejarla así como estaba.
Miró el teléfono y recordó que la última vez que lo escuchó sonar fue para su cumpleaños. No recibía llamadas desde hacía más de cinco meses y ése se convertía en otro motivo para que la soledad y la depresión se hicieran presentes recordándole que su vida no estaba bien, que todo se estaba desmoronando.
Ya no podía bañarse y mirarse al espejo una vez que salía del baño, como lo hacía antes. No se animaba a reconocer su rostro detrás del espejo empañado. No se vestía para seducir, lo hacía porque estaba acostumbrada a levantarse y ponerse una remera, un jean y zapatillas.
Hacía muchos años que no sentía el flechazo del amor. Trataba de vivir sin cariño, sin ilusiones; no sentía, sólo se equivocaba pensando en lo que un día fue y hoy ya dejó de existir.
Se había olvidado de las cosas que realmente le importaban, lo único que recordaba era una fecha en el calendario: 15 de noviembre.
Ya no escuchaba la radio, se alejó de la televisión y de las series que no se perdía los domingos a la noche. Los discos que recopilaban las canciones más importantes de su vida se esfumaron como así también lo hicieron las fotos, los libros y las cartas que recibía cuando las alegrías no se habían convertido en penas.
Dejó la carta sin terminar, fumó seis cigarrillos, uno atrás del otro, y juntó la basura que había acumulado durante semanas. Los platos estaban verdes como un musgo y el olor se hacía cada vez más intenso. Encendió un sahumerio para ahuyentar a las moscas y de paso, ambientar el lugar. Limpió la casa, ordenó su habitación y cuando terminó se sentó en el sillón a meditar, a pensar en el 15 de noviembre. Tomó la lapicera y retomó la escritura.
Pero ya no escribía, ahora dibujaba caras, flores, animales, estrellas. Suspiró dos veces y alejó la hoja para descubrir que sus sueños seguían intactos. Las imágenes que veía eran algo más que bocetos, veía sus mejores momentos plasmados en un papel.
Agarró la hoja, la puso adentro de un sobre y se la envió a la persona que el 15 de noviembre se marchó para buscar la felicidad que a su lado no había encontrado.

jueves, 15 de abril de 2010

Añoranza

Esa mañana, cuando se cumplieron dos años de la separación, se levantó de la cama y le escribió una carta. Sabía que ella no la leería nunca; él no se animaba, no tenía el valor suficiente para entregársela. Pero necesitaba desahogarse de alguna forma.
La carta iba dirigida al amor de su vida, así fue como la tituló. No la podía llamar de otra forma, se amaron por muchos años y aunque ella pudo rehacer su vida, él no lo logró y la seguía pensando.
Comenzó la carta diciendo: “Hoy eres mi amor, mi único amor. No puedo resignarme a perderte. Necesito tu cariño y te esperaré, sé que volveremos a estar juntos”.
Intentó encontrarla en otras personas, pero no era igual, nadie ocupaba cada espacio de sus expectativas como lo hacía ella.
Una vez terminada la primera hoja continuó con la segunda. Le contaba los viajes que realizó en esos dos años: “Armé el bolso y me fui a recorrer el país. Conocí mucha gente y eso fue lo que más me gustó. Comía con desconocidos, caminaba por lugares ajenos a mi imaginación; estaba solo. El viaje me sirvió para pensar. Te recordaba todas las noches antes de irme a dormir y al amanecer nos imaginaba a los dos caminando por ese hermoso lugar. Me hubiera gustado estar ahí con vos”.
Le quedaban un par de hojas blancas en la mano. Por momentos, la lapicera azul dejaba de funcionar y él aprovechaba para llevársela a la cabeza. Pensaba, recordaba cada uno de los días que le hizo falta y continuó escribiendo.
“Tengo mucho proyectos, quiero empezar a reorganizar mi vida, pero sin vos no lo puedo hacer. Te necesito porque sin vos no soy nada, estoy vacío. Estoy estancado y no quiero que me veas decaído, triste, infeliz. Sólo quiero que vuelvas”.
No le temía a la soledad. Creía que la melancolía y los recuerdos eran parte del momento que le tocaba vivir. Pasaba muchas horas en vela y no lograba conciliar el sueño porque ya no la soñaba.
“Las madrugadas ya no son las mismas. Todavía recuerdo la sonrisa con la que te despedías al acostarte. Extraño despertarme y tenerte a mí lado. Quiero besar tus labios, tus mejillas y saber que juntos comenzaremos el día”.
Tomó dos tazas de café, dejó las hojas en la silla en la que estaba sentado y se fue al jardín. Cuando volvió agarró las tres hojas, las leyó y finalizó la carta con una canción.
“Muero por vos, vivo por vos y nunca te he dejado atrás. Vives en este corazón confundido, por eso te pido por favor: No me dejes, no te vayas. Vive conmigo”.

martes, 23 de marzo de 2010

Huellas

Me acostumbré a andar por la vida sin ningún problema. Sabía que mi futuro sería excelente y no me apresuraba a tomar decisiones. No me exigía, no prometía, no juraba, no insinuaba, no inventaba excusas. Lo hacía todo sin culpa.
Siempre buscaba la manera de hacer y decir lo que sentía.Miraba a mí alrededor y todos estaban llenos de problemas. Se inventaban peleas, discusiones que con un simple "está bien, ya entendí" se solucionaba.
Creía que la que estaba un poco equivocada era yo. Llegué a pensar que tenía que preocuparme por mis amigos, por los retos de mi padre, por las cosas que a diario me decía mi mamá, por las burlas de mis compañeros, por los insultos innecesarios de mis primos, por todo lo que me molestaba y lo dejaba pasar.
Fui al colegio, miré, observé todo lo que pasaba en el lugar y no encontré algo que me molestara. Hablé con mis compañeros y nada, no percibía burlas, insultos, maltratos.
Salí del colegio y conversé con mi papá, a él le encanta tener problemas, los colecciona. Le pregunté cómo estuvo su día y me respondió que no tenía mucho para contar, pero que todo lo que tenía que saber era que siempre me iba a amar.
Llegamos a casa y saludé a mamá. Ella me enseñó que en la vida lo único que teníamos que hacer era buscar nuestra felicidad y quizás esa sea mi única preocupación.
Pero yo quería preocuparme, molestarme o enfadarme por otra cosa, por algo que a mí, solo a mí, me molestara.
Un día, no lo recuerdo bien, recibimos la noticia de que mamá estaba muy enferma. Escuché que le quedaba poco tiempo para luchar por su vida.
Sabía que todo cambiaría, que mi vida daría un giro de 360 grados. Y cambió, el corazón de mamá dejó de latir. Se fue y con ella se llevó mi felicidad, mis sueños y todo lo que me supo enseñar.
Ya no salía a pasear con mis amigas, no quería sonreír para contentar a papá. Mi estructura estaba deshecha, tenía que reconstruir mi vida para encontrar mi felicidad.
Papá siempre estuvo a mi lado, nunca me dejó sola. Se preocupaba por mi salud y cuando notaba algo raro me llevaba al médico. Quedó tan traumado que ante el mínimo dolor de cabeza corría al hospital, es que la muerte de mamá nos había marcado para toda la vida.
Pasaron dos años y papá pudo rehacer su vida, yo no. No me hallaba en ningún lugar y me había olvidado de los momentos felices.
Un día, volviendo del colegio, recordé lo que mamá me decía: "Tu única preocupación es buscar tu propia felicidad". Y comencé a buscar alternativas, me revelé y me ocupé para hallarla.
Dejé que el tiempo me enseñara que los problemas no sirven de nada. Es mejor resolver el inconveniente antes de que todo termine mal.
Hoy vivo con una sola preocupación, mi felicidad. No sé si la encontré, pero me siento bien al decir que mamá dejó su huella con esa frase que tanto me ayudó a convivir con mi tristeza y mis miedos.



sábado, 20 de marzo de 2010

Incomprensible nostalgia

Llevo más de dos años parado en un lugar del cual no sé cómo, ni cuándo llegué. Me ausenté de todo lo que me rodeaba, quise estar solo y hacer lo necesario para mejorar mi vida. Los momentos me indicaban que la felicidad que tanto anhelaba jamás llegaría en esas condiciones.
No sabía a dónde podía ir. Me faltaba su olor, sus manías, la locura que compartíamos por la pasión y su seguridad. Ella es la dueña de mi pasado y mi presente. Se apoderaba de todo lo que la rodeaba y era justamente eso lo que la hacía única.
Nadie me consolaba como ella. Generalmente, cuando pienso en aquellos momentos felices que solíamos compartir, se me vienen a la cabeza un sin fin de preguntas: cómo fue que se terminó, por qué no me dí cuenta, a dónde quedó nuestro amor.
Habíamos planeado pasar juntos el resto de nuestras vidas, pero la monotonía se apoderó de la relación y empezamos a ceder, a renunciar, a poner excusas, a equivocarnos en cada decisión y jamás entramos en razón. Yo seguía estático porque la quería, pero ya no la amaba.
Su tema favorito decía: No quieras jugar al fantasma que nunca se va. Esa frase me despertaba todas las mañanas y de tanto escucharla, la tarareaba.
Hoy sé que esa canción, esa letra me quería decir algo. Ella no soportaba tanta indiferencia y le dimos un fin a la relación. Sabíamos que por más doloroso que fuera ya no podíamos seguir así.
Fue tanta la preocupación que mostré la última semana que yo mismo me dí cuenta que reaccioné tarde. Lo hice cuando noté que la estaba perdiendo. Pero ya la había perdido hace mucho tiempo. Si la volvía a buscar la respuesta ya la tenía: "No quieras jugar al fantasma que nunca se va".
Ahora que lo pienso y entro en razón, me doy cuenta que no aprendí a pedir perdón, que no dí lo que se necesitaba para vivir un amor.
Y sigo solo sin hacer el más mínimo esfuerzo para cambiar mi situación sentimental. Aprendí a vivir de lo que me dan y sobrevivo sin compañía alguna. Cuando encuentro a una hermosa mujer que se interesa en mí, aprovecho su cuerpo y me olvido de sus sentimientos y de los míos también.
Me dí cuenta de que durante mucho tiempo me había olvidado de mí y que por eso no podía hacerle bien a nadie.

sábado, 13 de marzo de 2010

La vida misma (Última parte)

Cuando comprendió para qué tenía que vencer, volvió a la pregunta inicial: cómo.
Sometió su voluntad a cada paso del tratamiento, pero se revelaba cuando notaba que los médicos y enfermeras se olvidaban que sobre la cama había un ser humano, no sólo un objeto que registraba síntomas.
Peleó hasta el final y para afrontarlo puso su inteligencia, su rabia, su voluntad, su sentido del humor y todo aquello que lo hacía único.
Ese cuerpo se quería ahorrar cuotas de dolor, ya no soportaba otro pinchazo, no quería más estudios. Tenía el alma estremecida y el sufrimiento, que se hacía cada vez más intenso, no lo dejaba pensar en sus sueños e ideales.
En diciembre llegó el segundo veredicto. La quimioterapia había hecho un buen trabajo, pero con eso sólo no se curaba el cáncer. La operación lo completaría.
Con las mismas ganas que sintió al viajar a Mar del Plata, entró al quirófano. El miedo y la esperanza se le unieron y lo dejaron un tanto inquieto. Él sabía que era el paso obligado hacia la curación.
Cuando la anestesia perdió efecto abrió los ojos y sonrió. Se le extirpó un pulmón, pero la vida le tendió una última trampa mortal que los médicos, a falta de otro nombre, llaman desestabilización.

martes, 9 de marzo de 2010

La vida misma (Segunda parte)

Después de seis meses y siete días de disciplina y encierro, los médicos lo autorizaron a hacer un viaje. El mes de enero y el buen tiempo indicaban que la costa lo recibiría con una excelente temporada. Sabía que a la vuelta lo esperaba la operación con más desafíos.

No lo dudo, agarró su Citroën y se fue una semana a Mar del Plata. Puso en marcha una serie de cambios. Quería modificar todo lo que no le hacía bien y le generaba inseguridad.

Uno de los cambios, el más molesto, era sentirse solo. Creía que viajando, conociendo personas, dejando atrás el sabor de la gran cuidad y los problemas, podía conocer a alguien o al menos, apaciguar tanta soledad.

Se levantaba muy temprano, desayunaba y salía a recorrer las calles, no se quería perder un minuto del día. Saludaba a las personas como si las conociera. Almorzaba en un barcito llamado El Descanso. Se había hecho habitué del lugar y al tercer día, los meseros sabían lo que iba a ordenar. Estaba claro que no quería sentirse solo y buscaba compañía.

Otro cambio, quizás el más sentimental de todos, era tener amores no correspondidos. Pasó gran parte de sus vacaciones pensando y meditando en sus amores, en las mujeres que quiso, en las que amó, en las que sólo quisieron su pasión y en las que dejaron una huella en su corazón. Todas llegaron en algún momento de su vida y se fueron sin avisar.

Recuerda que cuando era joven disfrutaba de lo efímero, le encantaba sentirse libre y sólo quería vivir momentos de felicidad. Pero los años pasaron, el cáncer se apoderó de su cuerpo y ya no quería más lo fugaz. Soñaba y luchaba por conseguir lo constante.

Fue un sobreviviente que no tuvo más remedio que conformarse con lo poco que le podían dar. Sentía que la vida pasó y no la vivió. Muchas veces, cuando llegaban esos momentos constantes, se asustaba porque se sentía presionado y se alejaba para no tener problemas.

jueves, 4 de marzo de 2010

La vida misma (Primera parte)

El 14 de julio llegó el diagnóstico preciso. Lo que hasta entonces había sido una bronquitis severa se convirtió en la puerta de entrada a un laberinto del que sólo se podía salir luchando. El médico se lo comunicó en pocas palabras: tumor maligno alojado en un pulmón.
Desde ese día, todo dejó de ser feliz. Lo que en su momento fue una pequeña enfermedad, se convirtió en un desafío terminal.
Estar vivo para él era una decisión previa, muy anterior a cualquier diagnóstico y para demostrarlo hizo un esfuerzo dejando de lado ese hábito de fumar, aunque la adicción estaba tan arraigada que lo obligaba a tener entre los dientes un puro apagado, como un modesto consuelo.
Estuvo meses sin fumar, hasta que la costumbre volvió una noche, sin compañía y casi sin darse cuenta, abrió un atado de cigarrillos y sacó un puro, lo tomó con tanta fuerza, lo encendió y sintió el placer del adicto reincidente.
La lucha había comenzado, pero él no se había dado cuenta. Su cuerpo, ya cansado de tanto dolor, no respondía. Él se dejó estar, no sentía motivación alguna para seguir adelante. Ni la vida, ni la muerte, nada era importante.
Desde que recibió aquel diagnóstico, la palabra cáncer se había convertido en su peor enemigo. No podía parar de preguntarse cómo lo podía vencer.
Cada vez que los molestos derivados del tratamiento atormentaban su cuerpo, encima lacerado, por una extrema sensibilidad al dolor físico, llegaba otra inquietud y la pregunta era ¿vencer para qué?

martes, 2 de marzo de 2010

Hombres se buscan

No hace falta demostrarlo, que el hombre es coqueto y vanidoso es parte de la prehistoria. Pero cuando todo ese fanatismo e interés por verse bien se convierte en la tarea principal, a las mujeres no les gusta. No se bancan al metrosexual.
Primero, definamos metrosexual: se refiere al varón que, sin ser gay, no tiene miedo de ponerse en contacto con su lado femenino y no teme a practicar las conductas de belleza que ejercen las mujeres. Ahora bien, qué quieren ellas a la hora de escoger a su hombre ¿Los prefieren lindos y arreglados o machos y dominantes?
Dicen que las chicas de ahora sólo aceptan a hombres dulces, compañeros, que se periten llorar. Quieren al varón dominante, lo prefieren fuerte y decidido, les gusta que sepa lo que quiere, que lo busque y lo consiga.
En simples palabras, las mujeres prefieren al neosexual. Un tipo más rústico y viril. Un ser sensible al que le gusta estar arreglado, pero sin pasar por la depiladora eléctrica o la cera.
La mayoría parece haberse aburrido de tantos modales suaves que hoy en día las seducen los hombres "que besan con pasión y se la juegan por lo que quieren". Todas rechazan las conductas que borran las diferencias y desean recuperar al hombre fuerte, decidido y responsable a la hora del sexo.
No quieren depilar al gaucho y no los prefieren con la piel hidratada. Toda parece indicar que ellas se cansaron del metrosexual, no conocen al neosexual y los desafían a ellos a recuperar su instinto seductor masculino.

viernes, 26 de febrero de 2010

Hombres sabios, ¿Qué opinais?

Cuenta la fábula que algunos hombres sabios se reunieron con el propósito de crear a la mujer ideal. Se sentaron en una mesa larga y rectangular. Votaron y después de unas cuantas horas decidieron que ese prototipo tendría el pelo de Penélope Cruz, los ojos de Megan Fox, la nariz de Michelle Pfieffer, los labios de Angelina Jolie, los pechos de Scarlett Johansson, la cola de Jessica Alba y las piernas de Demi Moore.

Una vez terminado el apunte, lo pasaron en limpio y se lo dieron a un cirujano para que cree a la mujer ideal. Cuando los sabios encontraron la obra terminada descubrieron que no habían creado a la mujer idea, sino a la novia de Frankenstein.

Algunas mujeres se toman al pie de la letra esta fábula. "Modelo en mano, no vacilan en aumentar sus pechos y sus labios, en modificar las formas de sus colas y el color de sus ojos. Se construyen y reconstruyen las veces que sea necesario", comenta el escritor Vicente Battista.

"Poco importa su edad, pueden ser jovencitas de no más de veinte años o establecidas señoras que han superado los cincuenta", agrega.

Tendríamos, las mujeres, que compartir gran parte de la responsabilidad con los hombres. Son ellos los que buscan curvas. Su ideal de mujer tiene entre 18 y 30 años, pelo largo y formas marcadas.

"Lo que está claro es que a todas las mujeres las motiva la misma y apasionante empresa: ser la mujer ideal", finaliza Battista.

jueves, 25 de febrero de 2010

Somos como somos

"Veteranos del pánico, optimistas con reparos, fanfarrones familieros, amantes de la televisión aunque fieles a la radio". Una encuesta realizada por el Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP), allá por los 90, tenía como fin hacer un perfil de cómo es y cómo se ve el argentino promedio. Participaron más de mil personas: hombres y mujeres de entre 15 y 69 años, de todos los niveles socioeconómicos, de la Capital, el Gran Buenos Aires y las principales provincias del interior.

Los resultados dejaron en claro que el argentino se preocupa por la corrupción, la desocupación, la inseguridad y se define como familiero y amistoso. Pero los que vienen de afuera nos definen como chantas, soberbios, engreídos, improvisados y tacaños.

"Así somos los argentinos. Iguales al resto de los mortales. Lo que quizás nos diferencia de otros pueblos es la necesidad obsesiva que tenemos de explicarnos cómo somos", define el dramaturgo Roberto Cossa.

Otro aspecto que destacaba la encuesta es que los argentinos son bastantes tradicionales a la hora de pensar en el hombre y la mujer ideal. Ellos las prefieren jóvenes y con curvas. Ellas los quieren maduros y con buena situación.

"Democráticamente inmaduros, crecientemente apolíticos, sexualmente correctos... ARGENTINOS".

Es que la radiografía muestra que el argentino promedio es muy casero, prefiere la compañía de la radio, no perdonaría la infidelidad aunque opina que el adulterio aumentó en la última mitad de siglo. Descree absolutamente de los políticos y se siente huérfano frente a un Estado cada vez más ausente. Repudia la violencia, se considera mucho más apolítico que sus padres y abuelos, agradece al periodismo su papel de denuncia contra la corrupción, pero critica a los medios de comunicación por su creciente sensacionalismo. No están contentos con el mundo que les toca vivir pero, de volver a nacer, elegirían ser argentinos.

martes, 23 de febrero de 2010

Deseo

Él notó como ella le sonreía con tanta ternura que no pudo hacer más que caer rendido ante su encantadora sonrisa. Sabía que ya no podía volver atrás.
Ella se le sentó arriba, primero pasó una pierna por encima de las suyas, se acomodó y después le puso sus brazos alrededor del cuello.
Él aprovechó la estrepitosa reacción y comenzó a desprenderle uno a uno los botones del vestido que tan bien definía su cuerpo.
Ella, sin pensarlo y un poco atolondrada, le sacó la camisa. Él la ayudó y se desprendió los botones del pantalón. Sentían como sus cuerpos desnudos se fundían en el deseo y la pasión.
Él, al ver que ella no se movía, la separó lentamente de su pecho y, sin soltarle las manos, la miró a los ojos y comenzó a besarla.
Siguió besándola y la soltó con un ímpetu brutal, posó sus manos en su espalda hasta llegar a sus muslos, los cuales transitó de abajo hacia arriba, a la vez que mordisqueaba su cuello.
Ella sentía como las manos avanzaban, raudas y precisas, abriéndose paso por debajo de las faldas, hacia el centro de sus piernas.
Él perdió el sentido de la vista y pensaba que el del tacto también se le rebelaba.

viernes, 19 de febrero de 2010

Pasión

Él la esperaba en su Citroen. Ella bajó las escaleras del edificio con cuidado, corrió hacia el auto, subió y le dio un beso cerca de la boca.
Rubí lo buscó con los labios recién pintados, pero él no tuvo mejor idea que preguntarle a dónde quería ir.
Afuera, la lluvia se hacía cada vez más intensa. Rubí estaba inquieta, quería seducirlo y se fue acercando poca a poco sin responder la pregunta.
El beso llegó, fue largo y apretado. Él apoyó la cabeza contra el vidrio de la ventana y comenzó a abrirle el cierre de la falda.
Una vez que logra deshacerse de la blusa y el corpiño se da cuenta que la falda no cedería y no siguió insistiendo. La aferró contra su cuerpo y comenzó a pasarle ambas manos por las piernas.
Ya había perdido la timidez y volvió a apretar sus labios contra los de ella y no bajó la cabeza hasta mucho después, cuando se abrió el cierre de la bragueta y estuvo seguro que todo iría bien.
La tomó de la cintura, esta vez para despegársela de la boca y poder posarle los labios en sus pechos. La llenó de besos y mordiscos. Rubí dio un salto y se golpeó la cabeza contra el techo.
Se quedaron unos minutos así, quietos, sin moverse. A ella no le quedaban rastros de rouge en los labios, pero seguían tibios y carnosos.
Él intentó pararse, pero ella volvió a iniciar el juego, todo en una agitación anhelante. Rubí lo buscó suavemente, le ofreció nuevamente sus labios y el coche se balanceó bajo la lluvia por varias horas.

jueves, 18 de febrero de 2010

Animarse a más


"La vida no se mide por el número de veces que respiramos, sino por los momentos que nos dejan sin respiración", visto en el parque Stanley, en Vancouver, Columbia Británica.
¿Cuántas veces te dejaron sin respiración? Y ¿cuánto tiempo se vive encerrado en la necesidad?
Los deseos, el amor y el sufrimiento te modifican y es ahí cuando la pregunta a responder es si realmente hiciste lo esencial para ser feliz.
Vivimos con miedo al fracaso, a los cambios, a lo nuevo, miedo a todo lo que para el resto está mal y sin querer dejamos de lado lo que sentimos para terminar haciendo lo que al otro más le gusta.
Ojo, no todos son así. Están los que no se dejan influenciar, los que a diario se la juegan por lo que quieren, por lo que les hace bien.
Y si todavía no te quitaron la respiración tendrás que dejar de lado los prejuicios y hacer lo que sientas en ese momento, porque la vida no dura una eternidad ¡Ya quisiera!
Para vivir cada día mejor tenemos que aceptarnos, saber separar lo que nos gusta y lo que nos hace daño. Dejar atrás viejos hábitos es otra forma de volver a empezar. Porque sabemos cuando una relación se terminó, cuando una amistad no da para más o cuando el trabajo cumplió su ciclo, sólo hace falta tomar una decisión, jugársela.
Cuando ya no sentimos que los momentos nos quitan la respiración debemos cambiar, para saltar y soltar lo que nos impide seguir.
Algunos se la juegan y otros siguen insistiendo.Al principio, soltar y decidir romper con una relación es traumático, pero con el tiempo nos damos cuenta que fue lo mejor para los dos. "El tiempo lo cura todo", y si no lo cura por lo menos nos hace ver las cosas más claras.
Tenemos que empezar hoy, nada de "lo hago mañana" ¡No! Es hora de que cada uno se haga cargo de su propia felicidad. Ya no vale el hacerse el distraído y creer que más adelante las cosas van a tomar su curso y dirección. Si no ayudamos a que nuestra calidad de vida sea cada día mejor, después no le echemos la culpa de nuestra infelicidad al otro.
No podemos detener el tiempo, nuestro crecimiento. Somos lo que tenemos y queremos, sólo hay que arriesgar para ganar y pedir cuando sea necesario, porque si no se pide, es poco probable que se consiga. Parece muy sencillo, sin embargo, por alguna razón a las personas les cuesta pedir.
Si te cuesta pedir o cambiar ten presente que la ilusión es el mejor comienzo para emprender un camino.





miércoles, 17 de febrero de 2010

Un ritmo diferente

La adolescencia, período entre los 13 y 19 años, es la etapas más agresiva por las que tiene que pasar una persona, y nadie está librado de ese acontecimiento largo y duradero.
"Un periodo en el que se experimentan cambios que conducen a la restructuración de la imagen corporal y del concepto mismo y, de este modo, se inicia una extensa y apasionante etapa que desembocará en la conformación de la propia identidad", cita extraída de un libro de Salud y Adolescencia con el cual se les enseña a los jóvenes a cerca del cuerpo, la mente y el ambiente de un individuo.
La cita no está errada con respecto a lo que pasa en la realidad porque siempre hay dos caras, dos formas de ver un mismo acontecimiento. La primera, en este caso, es preguntarse cómo se sienten los adolescentes que constantemente cambian sus hábitos: están dispuestos a experimentar cosas nuevas, se acrecienta cada vez más su imaginación, algunos comienzan a tener responsabilidades (que se convierten en obligaciones), llegan nuevas amistades y con ello nuevos lugares.
La segunda pregunta es cuánto influye en sus decisiones lo que piensan u opinan sus amigos, lo que pasa a su alrededor, lo que les sucede a sus más íntimos. El miedo a equivocarse, la negación al fracaso y la falta de comprensión son algunas de las cosas que aqueja y reclaman los jóvenes.
Todos los días hay un nuevo reto, una valla alta que cuesta saltar. Se comienzan a elaborar proyectos de vida, lo que cada uno escoge para su futuro y un claro ejemplo de eso es la amistad. Con quien más hablo, con el que comparto gustos, con la o el que más me identifico. Porque es en la adolescencia cuando se busca un aliado, un cómplice, alguien en quién confiar.
La soledad es el problema más grave que suscita por la mente de adolescente. Se sienten abandonados e ignorados, por eso buscan amigos porque cuanto más tengan mayor será su felicidad. Lograrán sentirse queridos, importantes y dejarán de lado el inconveniente del abandono.
La comprensión es otro factor que juega un papel importante. Sienten que sus padres no los entienden, las peleas se multiplican por mil y no encuentran una salida.
Y si bien éste es el tema del adolescente, la sexualidad es un desafío que un joven debe amoldar. Para ese entonces las dudas son muchas, los mitos aún más y sólo hay una forma de comprobarlo: hay que probar. "La sexualidad forma parte del desarrollo normal del niño y el adolescente", explica Gregorio Marañon, médico y escritor español, en su libro Ensayos sobre la vida sexual (1951).
"Los patrones sexuales son hábitos que se adquieren y que tienen diferencias individuales, en función de las características personales, la experiencia previa y el ambiente cultural en que se desenvuelve el individuo", finaliza.

viernes, 5 de febrero de 2010

Adicta a ti

No sé si lo llamaría poema, ya que un poema es una obra en verso o de género poético. Lo mío es un simple relato de lo que a veces sentimos cuando estamos enamorados.

Adicta a ti
A tu voluntad
Al tacto de piel
A tus manías
A tus encantos y desventuras
A tus caricias y admiración
A tus besos, a tu sabor.

Es que desde que te conocí me volví vulnerable
Me duele celarte y pensarte con otra persona
Ya no sé quién soy
Sólo sé que ya no soy mía, sino tuya
Y que todo lo mío te pertenece.

No me dejas ni pensarte, soñarte o amarte
Te apoderas de mis sentidos y conviertes mis celos en manías
Mi diversión en obsesión
Y mi pasión en amor.

A tu lado aprendí lo que es estar pendiente de una persona
Y no sé si la enseñanza es buena o mala
Sólo sé que lo aprendí de ti
Porque eres culpable de todo lo que soy
Porque vivo adicta a ti.

jueves, 4 de febrero de 2010

Sentimientos femenimos

Una mujer enamorada siempre está un paso más adelante que su pareja ¿Los motivos?, porque no puede evitar proyectarse en un futuro común con el hombre a quien verdaderamente ama y es ahí que mientras ellos van despacito, nosotras ya estamos en la vereda de enfrente esperándolos con el vestido de novia y el ramo en la mano.
Una mujer idealiza y forma un futuro que le es ajeno. Por empezar, todas creemos o esperamos alguna vez al príncipe azul y no llegó ni llegará, pero soñamos, somos soñadoras.
La que se despierta y sabe que tiene que hacer mil cosas, la que encuentra un tiempito para ir a visitar a una amiga, la que llora cuando ve una película romántica, la que siempre tiene una abrazo y un te quiero guardado bajo la manga, la que está preparada para la ocasión y la que no puede estar distante de quien ama.
Están colmadas de sentimientos, llenas de pasión, dulzura, cariño y, por sobre todas las cosas, superadas de amor. Saben lo que dan, a veces les cuesta dejar lo que tanto les costó conseguir, pero están preparadas para los cambios, para las cosas nuevas. Por eso quieren, el día de mañana, casarse, tener hijos y ser felices.
"Qué hubiera escrito Neruda, qué hubiera pintado Picasso si no existieran musas como ustedes, mujeres", escribiría Arjona para darle más credibilidad a estas líneas.

miércoles, 3 de febrero de 2010

"Escribir es cortar"

Lo dijo el escritor mexicano, Juan Rulfo y posiblemente su frase sea cierta porque cuando escribimos contamos y cortamos.

Primero, pensamos una idea, nos preguntamos qué queremos contar y después, a medida que se nos van ocurriendo nuevas ideas, separamos lo más importante y borramos lo que carece de interés.

Y de eso se trata, de escribir, de contar una historia, de compartir las cosas que nos pasan. Plasmar en una hoja en blanco lo bueno y lo malo nos ayuda a dejar de pensar siempre en un mismo tema.

Aunque trato de pensar y se me vienen cientos a la cabeza, los contenidos de este blog no serán más que palabras.

Traté de hacer una "carta de presentación", pero creo que fracasé. De ahora en más sólo me dignaré a contarles un poco lo que pasa a mí alrededor. Sean todos bienvenidos a este maravilloso mundo de cosas y hechos irreales, fantasiosos y hasta inventados...