lunes, 2 de mayo de 2011

Martín: "No olvides que te espero"

Que se odian o se aman, que se apoyan o se destruyen, que se animan o se desaniman, que se ayudan o se juzgan, esas son las relaciones de hoy en día. Pero son unos pocos los que hoy luchan de la mano, como lo hacíamos antes, para encontrar el verdadero significado del amor y de la paz.

Cuando el 17 de febrero de 1977 nos hablaron de lo importante que era olvidarse del pasado para sembrar un futuro mejor, yo sabía que nos estaban engañando. No fue fácil sobrellevar nuestros ideales y no nos quedó otra opción que ocultar nuestra esencia y ver morir y desaparecer a quienes nos enseñaron a amar.

El pueblo que atónito se vio perdido en el inventario de una nación mejor para unos pocos, fue el único que luchó, dejando sus vidas. Y aunque a ellos nadie los conoció, el pueblo los recordará porque fueron valientes.

Podríamos hablar de aquellos que jamás comprendieron el significado de la solidaridad, pero sería gastar palabras.

Para mirarse se necesita grandeza y ellos nunca la tuvieron.

Buenos Aires fue un laberinto que marcó y juzgó sólo las apariencias. Eso, eso fue lo que sucedió el 17 de febrero de 1977. Hoy tendrás que confiar en los sensibles y bañados de verdad, porque ellos serán los encargados de contarte lo que pasó esos días de verano.

El arte, las ganas de escribir y las fuerzas del pueblo fueron reconocidas años más tarde. Pero nadie podrá pagar el dolor de ser olvidado y manchado, no alcanzarán las condenas para que paguen.

Y veo como fueron sentándose en el banco de la memoria para recibir la condena de la justicia porque la de Dios ya la han recibido cuando mataron al primer hombre que sobre estas tierras profesó el cambio y la libertad.

Ya no quedará nada, los que ensuciaron nuestra Patria son los únicos que merecen recibir la condena de la soledad, porque no han sabido valorar las ideas de los otros, las grandezas, las hazañas, los triunfos, sólo han desdibujado el poder de los más jóvenes, quienes hoy, con gritos de amor, siembran en el pueblo la semilla de la paz.

Aún recuerdo como el 17 de febrero se llevaron a Elena. Ella era valiente, tenaz y curiosa. Se la llevaron para ahogar su verdad, para borrar su coraje y para hacerla fracasar en su afán de demostrar que con convicción y amor se podía cambiar la historia. Ella corrió el riesgo y estoy segura que nunca se arrepintió, porque lo hizo con total seguridad.

Tenía 29 años y estaba preparada para luchar sin importar las consecuencias. Está “desaparecida, ni viva ni muera, desaparecida”, eso fue lo que le escuché decir al canalla más grande de este país.

Y yo me preguntó ¿dónde estás, mi querida y amada Elena? En el lugar que te encuentres estoy seguro que estarás diciendo las palabras más desgarradoras y bellas que nunca antes habrán escuchado tus oyentes. Con tus ojos verdes y tus manos suaves como la primavera, andarás desparramando tus verdades y contradiciendo a quién se interponga en tu libertad, como lo haz hecho siempre.

Lamento no estar hoy contigo, quisiera tenerte entre mis brazos para darte el calor que estoy seguro has necesitado para soportar tanto abandono. Estés aquí o allá quiero que sepas que te estoy esperando para realizar juntos nuestros sueños. No pienses que soy un bobo, pero creo que amarte es la única forma que tengo para sobrevivir éstos, mis últimos años.

El manoseo que le hicieron a mi vida fue mucho más que doloroso. Me vaciaron de pies a cabeza y me robaron la razón de ser que tenía en esta vida.

Las palabras torpemente insignificantes, tratan de hacerme más fácil la estadía en este lugar. Pero como dicen los más sabios, la vida debe de continuar, porque terminará cuando dejemos de respirar.

Y yo que no recibí un perdón, sigo viviendo con los recuerdos del horror. Todas las noches antes de dormir le digo a Elena “no olvides que te espero” y cierro los ojos para imaginarla en mis sueños con su dulce sonrisa... Mientras alguien allá afuera apaga la luna por mí.

Cuánta desolación ha quedado después del horror, estábamos perdidos, sin un motivo para luchar. Han pasado mucho años y hoy sigo pensando lo mismo: Debemos luchar por nuestros ideales, pero de la única manera que lo lograremos es estando unidos.


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