martes, 23 de febrero de 2010

Deseo

Él notó como ella le sonreía con tanta ternura que no pudo hacer más que caer rendido ante su encantadora sonrisa. Sabía que ya no podía volver atrás.
Ella se le sentó arriba, primero pasó una pierna por encima de las suyas, se acomodó y después le puso sus brazos alrededor del cuello.
Él aprovechó la estrepitosa reacción y comenzó a desprenderle uno a uno los botones del vestido que tan bien definía su cuerpo.
Ella, sin pensarlo y un poco atolondrada, le sacó la camisa. Él la ayudó y se desprendió los botones del pantalón. Sentían como sus cuerpos desnudos se fundían en el deseo y la pasión.
Él, al ver que ella no se movía, la separó lentamente de su pecho y, sin soltarle las manos, la miró a los ojos y comenzó a besarla.
Siguió besándola y la soltó con un ímpetu brutal, posó sus manos en su espalda hasta llegar a sus muslos, los cuales transitó de abajo hacia arriba, a la vez que mordisqueaba su cuello.
Ella sentía como las manos avanzaban, raudas y precisas, abriéndose paso por debajo de las faldas, hacia el centro de sus piernas.
Él perdió el sentido de la vista y pensaba que el del tacto también se le rebelaba.

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