viernes, 19 de febrero de 2010

Pasión

Él la esperaba en su Citroen. Ella bajó las escaleras del edificio con cuidado, corrió hacia el auto, subió y le dio un beso cerca de la boca.
Rubí lo buscó con los labios recién pintados, pero él no tuvo mejor idea que preguntarle a dónde quería ir.
Afuera, la lluvia se hacía cada vez más intensa. Rubí estaba inquieta, quería seducirlo y se fue acercando poca a poco sin responder la pregunta.
El beso llegó, fue largo y apretado. Él apoyó la cabeza contra el vidrio de la ventana y comenzó a abrirle el cierre de la falda.
Una vez que logra deshacerse de la blusa y el corpiño se da cuenta que la falda no cedería y no siguió insistiendo. La aferró contra su cuerpo y comenzó a pasarle ambas manos por las piernas.
Ya había perdido la timidez y volvió a apretar sus labios contra los de ella y no bajó la cabeza hasta mucho después, cuando se abrió el cierre de la bragueta y estuvo seguro que todo iría bien.
La tomó de la cintura, esta vez para despegársela de la boca y poder posarle los labios en sus pechos. La llenó de besos y mordiscos. Rubí dio un salto y se golpeó la cabeza contra el techo.
Se quedaron unos minutos así, quietos, sin moverse. A ella no le quedaban rastros de rouge en los labios, pero seguían tibios y carnosos.
Él intentó pararse, pero ella volvió a iniciar el juego, todo en una agitación anhelante. Rubí lo buscó suavemente, le ofreció nuevamente sus labios y el coche se balanceó bajo la lluvia por varias horas.

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